Cada vez que me recuerdo
de tu viaje al Camposanto
una flor riega mi llanto
cuando embellezco la cruz.
Y al pensarte siempre digo:
«Que a pesar de oscuridades
y de muchas tempestades,
siempre sigues siendo luz».
Los recuerdos son semillas
que germinan cada instante
como un fruto que abundante
siempre se ha de producir.
Y también son como afluentes
que alimentan pensamientos
y amorosos sentimientos
que jamás han de morir.
Cada vez al recordarte
siempre exclamo: ¡no se asombre
si en la cruz miran el nombre
que la vida te otorgó!
Porque fue tu nombre digno
de quedarse con su historia
aquí dentro en la memoria
pues tu historia no murió.