Donde cayó la pluma se produjo
un temblor, brotó un chorro de tierra,
luego una lengua de fuego,
después un manantial de agua
y al fin, una ráfaga de aire.
Al impulso de la violenta corriente
la pluma se elevó, atravesó
el pecho del hombre y lo llevó
tan lejos que nunca más
se supo de él.