En un ajetreado vaivén de suspiros,
se entrelazan los versos del amor,
como un río tumultuoso de suspiros,
que desborda pasión en su ardor.
El reloj corre, sin clemencia alguna,
mientras el amor se funde en un abrazo,
y en cada segundo se alza la luna,
iluminando el camino a nuestro paso.
No hay tiempo que nos frene ni limite,
nuestro amor es eterno, infinito,
se fragua en versos llenos de desquite,
contra el reloj implacable y su rito.
Las horas se desvanecen en caricias,
los minutos se pierden en un suspiro,
y en ese torbellino de delicias,
nos entregamos a un amor sin retiro.
Defendemos nuestra pasión sin pausa,
contra el tic-tac constante de las manecillas,
nos envolvemos en un manto de calma y causa,
y desafiamos el tiempo en sus orillas.
En cada verso, renace nuestro encuentro,
en cada estrofa, palpita nuestro ardor,
no importa el reloj, lo dejamos en desventaja,
y creamos un amor largo, sin temor.
Así, en el frenesí de nuestras emociones,
conquistamos al tiempo, desafiándolo,
y en un poema que se crea en segundos,
te amo, amada mía, con todo mi ser, sin dolo.
Que el reloj se detenga, que el tiempo se rinda,
nuestro amor es invencible, interminable,
y en cada verso, nuestra pasión se rescinda,
en un poema contrarreloj, insuperable.
Así, amor mío, en cada palabra escrita,
desafiamos al destino y sus agujas,
y en este poema, nuestro amor se declara,
eterno y duradero, sin ninguna duda.