Los campos enverdecen
y en un guiñar de ojos
se desaparecen,
se pintan de rojo y de dorado,
luego se visten de marrón y anaranjado...
para dejar de ser.
Las rosas se secan, se marchitan,
y en otro parpadeo,
la floresta marchita vuelve a enverdecer,
para morir de nuevo
y luego renacer…
El árbol se desnuda
y se reviste luego
como un espectro multi-verdoso y bello.
La chispa se hace fuego,
cambia fases la luna.
La aurora, de pronto, de ébano se viste.
La sinfonía del día, con tantas melodías,
por las tardes se aplaca, y se transforma
en una obscura y aturdidora afonía.
Como cuando la juventud abandona su inquietud.
Con el paso del tiempo,
hasta el amor más grande se desvanece…
al igual que las olas en las playas
que tan voluminosamente crecen
y luego se desparraman en la playa...
Nacen los héroes y cuando mueren,
o cuando los matamos, buscamos otros nuevos,
para que mueran éstos luego.
Ese es el juego de la creación
en el cual todos, sin excepción
en unisón jugamos una activa participación.