Yo tengo tu mismo silencio, curvo, atragantado en el ebrio canto de un pájaro,
deslizándose con desgano por el descascarado muro de mis sábados.
Tu mismo silencio, con forma de exiguo ángulo destartalado
entre los pliegues álgidos de la noche,
que se metió entre mis horas gastadas,
para tocar el fondo del vacío enredado de mis pensamientos.
Sé que la usurera luna menguante seguirá con su avaricia,
por la tangente venosa de sombras, robándome el brillo apasionado de tus ojos ,
brillos de espejos en la noche mustia.