La Dama del mar llama al horizonte
allí donde su alma marina duerme
al silencio de la noche inocente.
Tú traes esa brisa que humedece
mis labios, sabor de dulzón salitre,
el beso que me abriga y adormece.
Aún percibo tus fulgores verdes,
en el calmo espejo del mar silente
que en los vapores de tu niebla evades.
Tu reflejo al cabo desaparece
bajo las aguas de esmeralda, triste,
entre grandes alborozos de peces.