Cubierto en alevosía,
fui despojado de mi reino
por la codicia del cruel maestro.
Mi caída meteórica
provocó mayor impacto
que tu triste nacimiento.
Con las cenizas
de una tierra maldita
edifiqué mi imperio.
Con la cólera de tu antiguo ejercito
indispuesto a cumplir tus deseos
abarroté mis infanterías.
Con la sencillez de morder
una insignificante manzana
marchité tus creaciones.
Mis alas de ébano
por siempre sacudirán
los débiles cuerpos
de tus feligreses
ansiosos por conocer
una pizca de poder divino,
manteniéndose célibes,
desposados de su albedrío,
regidos bajo tus ordenes
y en las contestaciones
a tus plegarias
el silencio impera.
La historia testifica
como reaccionas ante cualquiera
que te confronta:
la torre de Babel,
Sodoma y Gomorra,
el arca de Noé.
Para ti, tu monopolio
es un sueño, para nosotros
una pesadilla.
Mejor reinar en mi infierno
que servir en tu cielo.