Zeus portando la luz entre nubes.
Escultórico cuerpo imponente,
ahí, altísimo, en el mismo vértice
donde el cielo azul se descubre.
Trémulamente caen gotas lúgubres
y tan fulgentes que ciegan los ojos
durante un instante, mientra él ruje
potente, con su cósmico furor ominoso.
Vuela el águila dorada sobre grises
emanaciones de su alma impasible
ante el choque que produce relámpagos.
Blanco se pone todo, aunque la noche
es siempre oscura como duda de hombre
cuando espera la yegada de otro rayo...
Un dios sumerio tiñe el cielo
de un color como naranjada
en el cuenco de un niño hambriento
que añora la leche de la mama
Marduk quizás, habiendo sido
herido en la punta de su barba,
intenta juzgar a la humanidad malvada
metiéndole otra dosis de albedrío
Pero Inanna la soberbia, decorada
con las guirnaldas habituales
de la realeza: calaveras vácuas,
persevera en su altivez inmutable
dictando las próximas normas
a los pobres hombres que le imploran...
Apolo ha vuelto a fumarse los laureles aqueyos
del prostituto césar por su pura inapetencia...
La Dafne está rayadísima, pues sigue creyendo
que su detestado amado ha perdido la cabeza...
Algún verdugo fue pasado bajo la hoja
de la guiyotina hambrienta de la mas roja
vida o esencia líquida de la dura carne
que Dionisio exprime de sí hasta nunca hartarse...
Gotas de ambrosía tómase como droga sin receta médica
un Aquiles (no el mismo adaliz que terriblemente blasfemara
contra toda la gran Troya un día de Luna yena o una noche ebria),
y corta su aliento al clavar al viento la roma espada quebrada...
Roma repara defectuosas copias de momias egipcias mordidas de carcoma,
como las bocas broncas de los patriotas: la loba mientras hace la vista sorda
En la tierra, entre campesinos y azadas, miradla,
a Hera, oíd como ora al trigo en esta era tecnocrática...