Cerca de yacer en su nocturna alcoba,
él, eyectaba dorados efluvios
de rubor metafísico enrojecidos;
reverberaba el agua en celeste bóveda,
irradia el fluido sutil éter molecular
cual divertido caleidoscopio singular;
del rosado celeste al aloque espectro,
cobalto marino al violáceo vespertino,
más en su fulgor, se disipaban tinieblas;
aurora que sobrevuela anhelo de amor.
Ya envuelve la ternura a los cuerpos,
enardecen los aletargados sentidos;
innato, un beso en los sosegados labios.
¡Sobre la mesa, una carta a medio concluir!