Los hombres que aman hipnotizan a las libélulas
Juegan con dados apostando al número siete
Se convierten en aves y aman la libertad
Despellejan su piel para brindarla como abrigo
Cuando cae la noche, se sienten incontenibles
Calculan la presión del roce en cada dedo
Y se escurren a través de sueños inútiles
Viajan, de pupila a laringe y de pies a pelo
Escapan trepando muros de silencios abrumadores
Abandonan,
Se quejan,
Se quiebran
Y entorpecen
Contemplan melodías desde sus entrañas
Nuevamente, se sienten incontenibles
Insoportables, ridículos
Se quedan callados cuando la presión arterial aumenta
Luego simplemente se secan y mueren
Yo, aturdido en este campanario
Espero sobre una colina y observo el mundo
De lejos parece tan inútil
Miro en mi y encuentro todas las cosas absurdas del mundo
La realidad es pesada como humo de tabaco
Y te fumo, te fumo para que te alejes
Para que la humarada te lleve a donde quieres estar
Para que el viento te aparte de mi
Pero me dejas tu olor a tabaco y sigues en mi
Te llevo, te traigo, impregnado de ti
Pero te dejo con la ceniza para que hagas lo que desees
Para que la limpies y no haya rastro mío
Que te irrite los ojos y no veas más la luna sin sus joyas
O bien, si se te incendian los pensamientos también
Y se advierte la indeseable necesidad de ser
Deja tu ceniza también, tírala al suelo
Seguramente la limpie y de nuevo
Vuelva a fumarte, pero nada más que un instante
Los hombres que aman guardan las colillas
Aguardan un momento, se rompen
Te fuman, todos te fuman
El mundo se va con la misma humarada que te lleva
Soy una hoguera fuera de control
No te abrigues conmigo, terminaré
Seré ceniza, prende otro
Mi humo te envuelve y me llevas también
Impregnado, inútil
Insoportable y absurdo
Me llevas también
Ambos nos incendiamos.