Como una alondra...
el trino de la mañana.
Las piernas cruzadas,
invoco a un conjuro...
El café anima a las entrañas,
aunque sea consciente de la innecesidad del alcaloide
para volar en esta bonita mañana
que pinta el alba.
Ya ha despuntado
y siento el cobijo de la sierra.
Estoy envuelto en un mar natural
donde los albores que llevan piares de sus aves
entonan a mi nombre,
al nombre de la vida.
Veo las emblemáticas construcciones de los hombres
y la invisibilidad de la madre que inspiró todo.
El complemento de la feminidad
ha perdido su cordura
y abusa del hércules maldecido
por la dormidera de los demonios
que están en los tronos.
Intensa humedad del otoño de mi tierra.
La observación de la consciencia de lo pequeño
invita a una creación grande,
posibilita a esta tierra que engendra el trino.
Una vez más creo
que estoy en el balcón de Dios
observándome en el alféizar desde el que escribo.
Veo olas de letras iluminar
a la observación de mi mirada.
Tomo la maestría de creación del momento,
la poesía que enseña lo esencial del adentro.
He visto que ondas de sus haces de luz
salen y llegan a mí.
Observo en las bellotas de una encina
mi vida en tu compañía
y siento agradable
que la naturaleza encaje
ante tanto mal que desune.
Artificialidad sangrante,
la corriente de enfermad...
la maldad.
El día del juicio es ahora,
pero nadie dijo que entrar al cielo
lo decide nuestro corazón,
solo que alguien lo decidiría...
No habían muerto...
Y la sabiduría serena,
que da un entierro,
es la muerte de esto que digo
en el ambiente,
la que se lee entre líneas.
Se crea con el amor
lo esencial que nos haría abrazar a la tierra
y moldear al barro de esta forma
que se mueve sola, con nuestro Dios.
Nos engañaron con el esfuerzo
de satisfacer al diablo de la aceptación:
que nos juzguen otros entrar a la gloria.
Como si la gloria no se tuviese al nacer,
al respirar...
Devuélvete la divinidad,
aunque tengas que sufrir una cruxifición.
Intención es el más vil verdugo
si la paz no es guía de lo más complejo del universo;
si Dios no se reconoce
a si mismo
en su creación.
La paloma camina en el tejado sagrado.