En una carta dirigida al abad Guillermo de San Thierry, el fundador de la Orden de Cister
Bernardo de Claraval escribe lo siguiente:
“En el claustro, ante los ojos de los hermanos entregados a sus lecturas ¿qué pintan estos
monstruos ridículos, estas hermosuras maravillosas y deformes, estas hermosas
deformidades? ¿A qué vienen estos monos inmundos, estos leones fieros, estos centauros
monstruosos, estos seres semihumanos, estos tigres listados, estos caballeros trabados en
combate, estos cazadores tocando sus cuernos? Véanse muchos cuerpos para una sola cabeza,
o a la inversa, muchas cabezas para un solo cuerpo. Aquí vemos un cuadrúpedo con cola de
serpiente, allí un pez con cabeza de cuadrúpedo. Aquí la parte delantera de un caballo arrastra
tras de sí media cabra, o una bestia cornuda lleva cuartos posteriores de caballo. Aparece, en
fin, por doquier tan rica y asombrosa variedad de formas, que nos vemos tentados de leer el
mármol más que a los libros, y pasar el día entero mirando estas cosas más que meditando
sobre la ley de Dios. Por Dios santo, si estos desatinos no les dan vergüenza, ¿por qué no
piensan al menos en el gasto?”.
—Doy a la imprenta este fragmento para tildar el Imago Mundi medieval y la Fermosa
deformitas exaltada y denunciada a la vez por el fundador del Císter, y reflexionar sobre la
vigencia de todo ello.
Lo que no se conoce,
lo que se teme,
el arte,
el espacio en blanco,
la carta de ajuste,
los minutos de publicidad,
cualquier inciso,
cualquier lapso
por diminuto que fuera,
desata la caja de pandora.
Imaginas, campas a tus anchas,
creas lo increable,
logras lo increible,
inventas toda una zoología
alternativa, un mundo adánico,
un extrarradio a este universo.
Si fuéramos elementos
de un mismo conjunto y un dios,
travieso, decidiera mezclarnos
se generaría ipso facto un nuevo
paradigma, una nueva fascinación,
un nuevo motivo para perder
el tiempo contemplando
lo que no alcanzamos a comprender.
El hombre actual es idéntico,
fascinable como el del medievo,
y prefiere perderse en deformidades
que en reflexionar sobre la ley de Dios
—porque no sabe dónde está.
Dios murió hace tiempo —Nietzsche mediante.