A veces me canso de la tarde,
de arrastrar el mundo como cruz a cuestas,
de tanto enjabonarme las respuestas
y caminar desnudo un sábado que arde.
A veces me canso de evitar saltar al fondo,
de tanta levedad con que se juzga el día,
de no saber con qué llenar mi pecho hondo.
Una perfidia fue, solo ficción, tal alegría.
A veces me canso de seguir siendo el mismo,
de no poder cambiar reflejos del oscuro abismo,
de no poder ser pando y generoso guía.
Una perfidia fue, simple oropel, tal alegría.
A veces me canso, aunque no quiera, de la noche,
como si los ojos ya no dieran más con las paredes
y una mosca soy, un girasol cayendo en otras redes.
Niebla se me aferra en las pestañas, cual iracundo broche.
A veces me canso de haber querido como quise,
de ser Cirano amando atrás de sombras serias,
de haber cedido el trono para que mi dolor no pise.
Solo entre los solos, el príncipe de las miserias.
A veces me canso, me canso tanto de la espalda,
de una presión en medio de unas cejas que dubitan
callando los pesares que se vierten en mis faldas
y salen de los poros, y dicen que me duelen, y lloran, truenan, gritan.