No permitas que el tiempo
nos deshaga los hilos
de la certidumbre
en la memoria;
que extinga las pavesas,
siempre vivas,
de una lumbre atizada
en mi forma de cargarte
a todo lados,
y tu manera de redimirme
las lágrimas.
Cuando de mí
ya no quede más
que una nota vacía
y una palabra tras otra,
desgranadas de sentido;
no permitas que mi silueta
se desbarate
en una línea frágil,
como pudiendo ser
contorno de cualquier cosa.
Estuve aquí, contigo.
Desintegré mis paredes
en el Otro.
Deseé como se desea
lo inabarcable:
Llevándome las manos a la cara,
queriendo encontrar el lunar
que tú llevas en la mejilla.
Amé como se ama
lo simultáneamente
propio y ajeno:
mi cuerpo y el tuyo;
que olvidé, un instante,
dónde empiezan y terminan.
Si las consecuentes horas, vuelven a alzar la cerca derruida por este mirar-me en mirar-te.
No permitas
que la tierra borre
la marca de la valla
caída un momento.
Estuve aquí, contigo.
Desbordé los vasos,
ofrecí a borbotones,
me dejé atravesar,
moldeé mi sombra.
Estuve aquí, contigo.
Me desdoblé la piel,
te arropé con palabras,
creí en lo eterno
a través de un segundo,
y confío en que la ausencia
no me alcanzará en tu memoria.