Empieza el mundo en mí,
cuando despiertas.
A tu lado,
testigo soy de la primera cólera de los océanos,
y de la mansedumbre en el candil, de la luz primera.
Todo lo creas tú, como todo tú.
Caprichosamente.
En un instante tardío, desde tus ojos.
Sentada en la cama,
estiras tus brazos, despejando tu adormecido cuerpo de cielo.
Mientras un aletargado bostezo se despide de tu alma.
Vistes tus senos como la naturaleza a las flores,
aprisionando lo salvaje.
Dejas incauta tu desnudez por las ropas,
y ocultas las lindes de tu piel blanda.
Cuando te despabilas vislumbro tu belleza distraída,
y siento por dentro las lides entre el caos y el orden.
Y de un modo contradictorio, quiero decirte
y no decirte.
Esconderlo, enseñarte.
Guardarme para mí el secreto,
que para ti no es secreto:
¡Qué te amo inmensamente!