Francisco M. Ortega

Restos orgánicos

 

Me refugio en el abrigo y como cada noche

salgo al frío de la calle a tirar la basura.

En una mano llevo el peso muerto que contiene

los desechos del día consumado.

La otra, en el bolsillo, busca

en la oscuridad dónde se esconde el alma.

 

Cargo en una bolsa negra los residuos

para tirar al contenedor:

vacuas conversaciones, caducadas promesas,

gestos inexplicables, el trasiego diario

que me mata a vivir,

el no quererme tanto

salir del espesor humano

un vacío apretón de manos

el olor a cloroformo del fracaso

y esta testuz de nadie entretenida

en hilar soñadoras melodías

inoperantes restos de impotencia

la oxidada agonía de la luz última del día.

 

Ciudadano de un mundo en reciclaje

separo los vidrios de la infamia para no cortarme,

aparto envases de soledad y miseria

para el contenedor amarillo de la envidia

y vierto lo orgánico del mundo

en el recipiente gris de la podredumbre

en el bastión de este basural

inmenso, profundo y esperpéntico.