!Ya no me escribes¡: dices.
Susurrante con voz de papel.
Que mi boca calla y enmudece,
más que silencio, dejadez.
Pues que sepan los verdes campos;
que las constelaciones oigan bien.
Que los horizontes apunten gigante,
cuando mutado habla mi ser.
Que los ríos se detengan
y los montes plieguen su rudez.
Que la mar incaute a las olas,
y en el cielo deje de llover.
Que los pájaros cesen su canto,
más el viento tenga que ceder
y amarrado a su propio abismo,
deje el fausto su embriaguez.
Que la esfingue celeste no ruede,
¡silencio! ¡silencio! Escucha tú también,
que mi corazón nunca calla,
que te quiero, que te amo, mujer...