Hermosa eres como las madrugadas
oscuras cuando nos conocimos,
como la luz protectora
de aquella farola oxidada,
candil de nuestras miradas,
antes de llegar la aurora
y el amor que nos prohibimos.
Hermosa eres como la noche estrellada
de llamas que no comprendimos,
como la paz seductora,
abrazada a la alborada,
colofón de las jornadas
antes de sonar la hora
y el fin que nos impusimos.
Hermosa eres en mi melancolía
escondida en vivencias ya lejanas,
ahora destacan en mi ya las canas,
y la luz más protectora,
reluciente en la alborada,
es un recuerdo en la almohada
de la ilusión que perdimos.