Pilar Luna

CAMBIO DE ESTACIÓN

Aguaceros de otoño,

reposa el tiempo

y entra la  brisa

como una falsa esperanza.

Plenos los membrillos amarillos

y las uvas moscatel

verdes y doradas

en los huertos del secano,

se desprenden de sus sabores

y sus olores dulces y afrutados

desterrados por la sociedad

del consumo plastificado.

 

Duermen los barbechos

con un sueño recurrente

en los oráculos de los profetas

incapaces de predecir la sequía,

prisioneros de los hilos invisibles

que controlan el mundo

pero que no alcanzan

a la nada, últimos reductos

de libertad individual.

 

Hay buen tempero,

se rompe y se desvanece el otoño,

pronto germinarán las semillas

y llegará el gélido invierno.

Nunca se apaga la curiosidad

y  el frente meteorológico

se desgasta por el cierzo.

 

Llega un tren de borrascas,

las piedras se desprenden

por la pendiente.

Saturno no se derrumba

con los primeros fríos.

El hielo no responde,

se aletarga y perdura

impenetrable.

Los grupos secretos

buscan una nueva estrella,

no encontrarán misericordia

si el invierno no tiene cura.