Me animabas a abrazarte, a vivir con alegría,
a no renunciar a la vida sin una pelea,
a seguir mis pasiones sin melancolía,
a atreverme a vivir cada instante e idea.
Tus palabras eran viento que avivaba las llamas,
mientras tus manos pintaban secretos en mi piel,
en el intercambio de caricias, el mundo perdía sus tramas,
y en tus deseos, hallé un placer que creía fiel.
Pero el destino siempre hilando su telar,
tus intenciones quedaron al descubierto;
utilizaste mis sentimientos para indagar,
en mis zonas de placer, dejando un rastro incierto.
Pero ahora el viento ha cambiado, es mi turno.
Tú eres el folio en el que trazo mis versos ardientes,
ya no soy el fuego que arde a tu antojo;
soy la poetisa que relata nuestras historias candentes.
Así que de la pasión que una vez compartimos,
queda este poema como testigo y reflejo,
de situaciones que en el tiempo se perdieron y se fueron,
en el enredo de pasiones que hoy describo con manejo.