Joseponce1978

Bic cristal

El día que la vida me expulse de sus dominios, entiérrenme con con un Bic cristal azul por si acaso revivo y me viene la inspiración, que al menos pueda escribir algunos versos en la tapa del ataúd.

He intentado escribir con otros bolígrafos más caros para parecer un auténtico intelectual pero siempre termino utilizando mi Bic de toda la vida. Y teniendo uno entre los dedos, el papel en blanco (ya sea papel secante o toallitas húmedas) no es más que un huerto abonado donde dejar caer un puñado de semillas semánticas.

Desconozco de donde me viene la predilección por esta herramienta pero no puedo prescindir de ella. Tal vez sea la estela uniformemente azul que va dejando la bolita de la punta al rodar cuesta abajo por el papel. A veces se me olvida ponerle el tapón y la tinta se me seca, quedando encasquillada la bolita, pero aplicándole un poco de calor lo soluciono. Quizá sea su camisa de perfil hexagonal, cuya transparencia me permite controlar en todo momento la tinta que me queda. Con otros bolígrafos ya me he quedado alguna vez sin tinta y quedarte sin tinta ante el dictado de las musas es peor que quedarse sin gas con la sopa a medio cocer. Y a falta de inspiración, la camisa del Bic puede servir como arma de destrucción masiva. En mi etapa de colegial la vaciábamos, sacándole el cartucho de tinta, y usando como proyectiles las semillas del eucalipto, la empleábamos como cerbatana para hacer blanco en el cuello del compañero que teníamos delante. Un día me lanzaron una ráfaga en mi mata de pelo enmarañado y a los pocos días me salió un bosque de eucaliptos en la cabeza. En lugar de llevarme al peluquero me tuvieron que llevar al leñados. Éramos unos canallas de campeonato. Sean cuales sean los motivos, siempre llevo mi Bic encima a medio desenfundar.