jvnavarro

LOS LIBROS DE MIS DESVELOS

Ahora mismo me he puesto de castigo
ordenar con esmero
una diáspora anárquica de versos
que por aquí y por allá
me siguen hasta en los sueños
y para ello
me he ido a la mesa de mis desvelos
y he mirado los libros que sobre ella
descansan sueltos,
bellos,
a su antojo se relamen
y se concilian con dulces besos.
 
Son mis libros flores marchitas
de esas que se llevan a los cementerios,
y un día servirán
para enterrar con ellos mis sentimientos.
 
Por allí anda “Guerra y paz”
creo que se ha salido del guion
y finaliza ahora corriendo
tras el amor
de quien lo leyó como tormento.
 
Libros de poesía en la mesa,
esquinados y a punto de caer al suelo,
se abren solos,
no hace falta que ponga sobre ellos
mis dedos,
quieren mi aliento,
buscan en concreto,
lo mismo que persiguen los poetas,
solo grandes delirios y profundos sueños.
 
Los hay de teología muy rectos,
uno abrí,
un día de fuertes vientos
y casi, por cierto,
que salgo saltando
al igual que lo hacen
las liebres y conejos,
todo eran amenazas y consejos,
si se daba algo
era a cambio de vender mi alma
por menos de lo que vale un caramelo.
 
Los libros de historia
los apilo siempre lejos,
tengo la costumbre de leerlos
para cuando las noches traen desconsuelos
y buscas en ellos
pasajes retorcidos por el tiempo
al estilo épico de Homero.
 
Y me veo en la mesa,
en mitad de un caos técnico,
con facturas de todo tipo,
con propagandas de lijas, pinceles
y pegamentos,
con una vieja pluma
que nunca respiró nada por sus huesos
y con una lupa, catalejo,
que si me da por utilizar
será para mirarme el alma
y ver esos misterios
 que de vez en cuando carcomen por dentro.