Penurias (ella)
El hombre que más dicta sus penas y dolores
es siempre el que no prueba la miel de los amores,
el aire empedernido y el beso magistral.
Y cuando está en deriva se vale de mil lloros
diciendo que suspira tristezas por los poros,
echándole la culpa a un ángel terrenal.
Tal vez suene egoísta o inquieta de mi parte,
diciendo acá sonriente, que nos proteja el arte
al ser una batalla de tinta y de pincel;
no puedo yo quererlos a ambos, consentida,
el miedo nos aleja y el tiempo nos olvida,
y triunfan los momentos que sueño yo con él.
Tu amor es una abeja que vuela hacia el enjambre,
perdida y sin consuelo para calmar el hambre
así, como un soldado prestando autoridad.
El que ama con dulzura no crispa las pasiones
no busca lo perdido ni cae en ilusiones,
ni toca la trompeta con dulce cristiandad.
Al hombre que yo adoro de mi alma pues se adueña,
no puedes ver las brasas si no quemas la leña
y ese, ese es un tributo que tienes que aceptar.
Yo sé que me querías y tanto te ha dolido,
por eso has rotulado que todo lo has perdido,
y tienes que buscarte a otra en mi lugar.
Samuel Dixon