En la selva, deslumbrada del calor
de un sol apocalíptico e incendiario,
el alma de la guayaba hierve a diario
alambique de perfumes y color
Los capullos de la fruta olorosa
revientan a la mata en sus esquinas
que del verde tinto que la muestra hermosa
se muta a fuego lento cual larva a mariposa
pasando de amargor a dulzaina
El calor refunde los bordes de las hojas
las que achicharradas se doblan y se arrugan
permitiendo al sol alumbrar orugas
que al ser descubiertas huyen presurosas
Mil hormigas esperan el momento
en que la miel de guayaba ya se escurra
regalando a sus bocas la dulzura
del azúcar que las deja sin aliento
Nada puede el viento sur con sus embates
Solo retarda el momento de la gloria
cuando la guayaba sea nueva historia
en la memoria de la fruta y sus combates
Peleas repetidas años tras año
contra la inundación o la sequía
enfrentada a miríadas de insectos cada día
que tratan que no llegue la fruta hasta el verano
Pero ahí está, con sus jugos rosas
sus misteriosos perfumes en la jungla
sus mil pepitas doradas ofrenda muda
a la laboriosa tarea de creación preciosa
volviendo el tenue verde en sabroso rosa
mutando la luz del sol en mil sabores
el aire cristalino en perfume y prosa
que se queda corta, pobres escritores
alelados ante el verde burbujeante
de la selva verde enmarañada y sudorosa
crispada la pluma frente al tono rosa
de la guayaba fruto inextricable
Hay falsos magos que en fórmulas obscenas
tratan de anotar la clave de tu genio
robarte el perfume y tu sabor a anhelo
sacarte del matraz, burlando a la selva
Ante esos intentos ríen los insectos
pues comprenden que sólo eres sueño
de un fruto que nunca tendrá dueño
y que es un juego de luces y de efectos
Hoy le toca a la luna alumbrar el mato
y un rayo plateado riela en la guayaba
dándole el toque que nadie esperaba
a la fruta rosa que se ofrece como plato
ahora plateada gracias a Selene
mas sabrosa y llena de misterios
fruto jocoso y a veces serio
nace y crece torna color y muere