Detrás de su mirada angelical escondía sus demonios.
Me dejé arrastrar y ardí en su infierno.
Fabriqué un altar en su honor, adorando sin saber el mal en su máximo esplendor.
Mi vicio favorito eran sus labios, su lengua el motor que encendía mi pasión.
Miel mezclada con hiel eran sus besos, dulces y amargos al mismo tiempo.
Sus caricias eran como fuego, marcas de sus dedos adornan aún mi cuerpo.
Él es el punto intermedio que todos tenemos.
Esa pasión prohibida a punto de convertirse en amor.
Ese lugar al que siempre vuelves a pesar de que te mata lentamente.
Nunca me amó pero dejarme ir tampoco era su intención.
Si quererlo fuera delito, morir sería mi castigo.
Yo era llovizna y el huracán.
El sol y la luna fundiéndose en un eclipse sin final.
El era tóxico ... definitivamente lo era porque aún después de alejarme de él siento su veneno recorrer toda mi piel.