Juan
Caminaba por la ciudad con los ojos fijos al suelo, después de tantas losas y calles, levanté mi mirada nerviosa, atónito vi el negro cielo que me estuvo acompañando, al mismo tiempo una brisa de aire fresco que corría por mis labios y con un gigantesco suspiro, me llené de valentía y supe que era la hora de pronunciar esas palabras, de pedirle la mano a mi Lisseth.
Lisseth
Juan me pidió ser su esposa, por ahí de las doce de la noche, justo hoy que desde mi despertar el día solo fue una bola de nieve de tragedias y atrocidades, ahora me sale con esto, que no solo derrite mi corazón y esa bola de nieve, si no que, hace que derrame lágrimas de alegría. Sin pensarlo ni un segundo más dije esas palabras tan esperadas \"sí, acepto\". Mis amigos que nos acompañaban estallaron de emoción al estar presentes en ese hermoso momento, todos excepto Fernando.
Fernando
Durante toda la noche no le quité la mirada a Lisseth, ella vestida con su chaleco azul, sus botas cafés como sus ojos y falda negra que dejaba entrever su silueta tan espectacular, su sonrisa con un brillo que hasta las perlas envidiarían y agarrada de la mano de un tal Juan que conoció hace apenas un año, que al parecer su mayor afición es ver el suelo mientras camina y no verla a ella. ¿Enserio a este tipo le gusta? ni siquiera ha tocado su mano, ni la ha besado, ni han cruzado miradas ¿estarán peleados?, no podía evitar pensar que ella estaría mejor conmigo. Y justo después de pensar eso, de la nada, de la recóndita nada, le dice que quiere ser su esposa, ser su esposa, mi corazón se rompió en pedacitos más pequeños que el polvo, no me quedo de otra que darle una sonrisa de cortesía a mis amigos, a Juan y a Lisseth, silenciar mis palabras, silenciar mi corazón, darles un abrazo, un \"que feliz estoy\".