Te veo pálido y me pregunto: ¿Con que alma charlas
en la sombra?
¿Cómo pasas las horas en esa caverna
con los cinco sentidos en la mirada
como un nimbo?
Será mejor que bebas algo -este amargo café-
ahora que hace frío
y la desgracia se edifica en instantes sacros,
corpulentos, a costa de nuestras partes
y al borde -siempre al borde-
del próximo sueño.
¿Te habrás dado cuenta que las espigas
crecen bajo tus plantas?
Ahora que tus huesos se han colonizado
de taciturnas gradas y tobillos enviudados;
Me pregunto también: ¿Que resbalón te llevará
hacia adentro?
Acaso, bajo un sol de noche -como este en que
las deudas están aquí, brincando-
llegará esa paz monocorde,
de los arcángeles, en que se corona la carne
de un instante áspero, rígido.
Veo cómo vas aclimatándote a lo que viene,
todo ese ruidoso silencio
que se arraiga en las paredes, en la mesa
y en toda la bruma de la tarde;
Cómo van acomodándose los insectos
en los mórbidos costados que van leyendo su suerte
como si fuera su último acto.
Como decirte -hermano- hay caminos
que no tienen plural ni momentos encendidos
y el fragor del aire es rozar la desnudez
de tu esqueleto;
Como decir tengo miedo andar entre mármoles
como si fueran muelas de una pena insobornable
que se acerca…