Cae la lluvia,
repica en los cristales
de las ventanas.
Y baja al suelo
silente de la calle
formando charcos.
Allí se quedan
los versos que las nubes
roban al cielo.
Versos amados,
queridos, recordados
en tantas veces.
Y tú los miras
con ojos complacientes
y con ternura.
Besos y versos
descritos, muchas veces,
por los poetas.
Y es que esos hombres,
los niños que van dentro,
son especiales.
Tienen el alma,
inquieta y transformada,
desde la infancia.
Y siguen niños,
no importa que los años
pasen por ellos.
Y tú sonríes,
lector impenitente
y hasta paciente.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/11/23