En esta tarde con niebla,
sin horas ni movimientos,
llenada con mil excusas,
una cándida laxitud
me ha movido, tranquila,
al tiempo en que yo vivía
mi turbada adolescencia
en la alegre calle Mayor.
Por ella he visto pasar
parvulitos con bata azul
y cuellos plastificados,
bachilleres con carteras,
procesión en primavera
con velas y capirotes;
he visto subir difuntos
sobre los hombros amigos.
¡ Cómo me humedecen la piel
aquellos cortejos largos,
con sacerdote adornado
con casulla y bonete negros,
con el librito en las manos
y detrás, acongojados,
los deudos y compañeros
vestidos con el luto simple
de los trajes arrugados !
En esta tarde, sin confianza,
se ha retirado la niebla
y he podido yo asomarme
al cantil de mi añoranza.