La soledad y yo
siempre estamos juntos.
Ella camina silenciosa
del brazo de mi sombra
por las huellas crepusculares
del trinar de las alondras
A veces irrumpe oscura,
cargando una alforja llena
de retazos de tiempo,
de recuerdos marchitos
como hojas esparcidas
debajo de un rosal muerto.
Y regresa con la lluvia,
con las primeras gotas
buscando raíces vivas,
llevando en su mano un cesto
donde recoge las horas
perdidas de lo que fue nuestro.
Mañana, cualquier mañana,
cuando yo vuelva a estar solo,
volaremos juntos los destinos,
del brazo irás de mi sombra
aunque tú no estés conmigo.