Conozco una historia breve
de un can entrenado en la aerovía,
que a diferencia de su jauría
no podía olfatear la nieve.
Los guardias le pasarían factura,
le trataban muy hostil
y aunque lo intentara
siempre se equivocaba
y confundía olor tan sutil,
le calmaría la locura
pensar que no existía tal cosa,
aunque se la enseñaran
la mente le era engañosa.
Hasta que un día por fin la olfateara,
fue cuando comprendió
que era lo que le faltaba,
no es que nunca existió
lo que tanto buscaba,
sino que cuenta se dió
que tenía la nariz tapada.