Nada siento,
la monotonía vital
se ha instalado en mi existencia,
sigo el rumbo establecido por el tedio
y navego sin brújula
a no se qué lugar
donde el dios indiferencia
tiraniza a sus súbditos.
Solamente en brevísimos
instantes me alegro de esta apatía
infernal: cuando te recuerdo
alegre y juvenil,
junto a la ventana
por donde el sol se colaba
deseando acariciarte.
Entre los límites inmensos de la nada
me hallo,
soy reo en sus prisiones invisibles,
pero tu mujer eres la estrella
fugaz que alumbra mi soledad.
Quizás te ame,
no lo se,
es tan difícil conocer el amor,
que lo confundimos con el cariño,
con la amistad,
pero en mi corazón pervives
y en la eterna noche que me guarda
me acompañas.