Penurias (el reencuentro)
El mundo de los sueños es tan inmenso y loco,
llevando a los amores, quererse poco a poco,
curar las mil heridas, sentirse un alamín.
Las noches más hermosas son ecos de pasiones,
son juntes imborrables de nobles corazones,
abrazos y caricias con rosas de carmín.
Y en esas descripciones contadas por Crisóforo
se vale la Gioconda diciéndole oh, liróforo
los versos son zanfoñas de un cielo de cristal;
ahí, pues va mi historia que aún no tiene nombre
y es esa en que he engañado la mente de un buen hombre,
robándole los besos a otro sin igual.
De engaños y dolores se sufre hasta durmiendo,
se llora y se perdona para seguir sufriendo
¿quién sabe qué se espera después de un desamor?
Es ella, grita uno que puso fin al beso,
es ella, dice el otro que prometió regreso
y nunca jamás tuve la esencia y su calor.
Soy yo la que los quiso durante estuve poca
ausente del hastío, tal vez como una loca
siguiendo mil caminos que nunca recorrí…
Pero hoy quiero que sepan el rostro de la sombra;
es toda circunstancia que el tiempo mismo nombra
para borrar los besos que en un pasado di.
Ah, pero los que gozan la miel de mis amores
no salen del ocaso con prímulas y flores,
viviendo como presos, teniendo libertad.
Me juzgan los borrachos, me insultan las mujeres,
me piden los aedos carrozas de placeres
y caigo nuevamente sin conocer verdad.
Yo tengo la revancha que nadie a ti te ha dado,
yo sé mi gran amigo que haremos del pasado
la ruina más temida del peplo umbilical.
Yo sé que la perdimos y ahora canta libre…
ah, claro, buen amigo, que su silencio vibre
con todas las espinas del lienzo terrenal.
Amor de mis amores, les grita la mozuela,
perdón por cada herida, perdón por la secuela,
les juro que no quise retarlos a jugar.
Les digo con el alma que gocen la amnistía
pero, también les digo; los amo todavía,
no sé cómo olvidarlos después de fracasar.
Para que nadie pierda los besos más ardientes
es bueno redimir la paz de los ausentes,
la luz de los rapsodas, la trova y el morir.
No entregues por completo los sueños a una dama
porque un día cualquiera pues, sabrás que no te ama
y es cuando bien se pierde la faz del porvenir.
Samuel Dixon