En tu sangre se concentró el fuego,
y aflora la ambrosía de tu cuerpo
seduciendo a mis sentidos en el solaz,
cargándose de fogosidad hora tras hora,
se avizora en la comisura de tu boca
el retozo de tu lengua y me enciendes
con los reconcomios ardientemente de gimoteos,
yo soy inmortal en tu memoria habitándola
férvidamente mientras construimos una historia
de sicalipsis cada vez que en tu áncora me anido
tórridamente y desfalleces cuando te incito al arrobamiento.