El problema no es que te vayas, el problema es que si te vas, te llevas una parte de mí vida muy grande. Si lo volvemos oficial, se volvería real, y de ser así, no soportaría el dolor. Ese dolor que me acobarda y me hecha para atrás. Nunca fui buena para enfrentarlo, y ese es mí mayor miedo, que vos lo sepas y me manipules para que me quede.
Sí, son muchos años, al menos a mí, diez me parecen una vida. O por lo menos los mejores diez años de mí vida… Pero no te confundas, eso no quiere decir que hayan sido con vos. Porque en realidad fueron los mejores diez años de tu vida, no la mía. ¿Sabes por qué? Porque te regale mí inocencia, mí dulzura, la ternura reflejada en cartas sinceras que escribí alguna vez enamorada.
Cartas con corazones pegados alrededor de una simple hoja de papel. Y que vos, te encargaste de criticar y reírte en mí cara. Cartas que las hice con tanto amor y esperaba ansiosa el domingo para entregártelas… Pero había domingos que ni aparecías y yo me quedaba con las ganas de verte.
Alguna vez me pregunte ¿Por qué? Y todavía me lo pregunto, no te creas. Pero ahora la pregunta tomo otra forma. Ahora me pregunto ¿Por qué no puedo ser así de cruel como vos? Y la respuesta es sencilla; vos sos vos, yo soy yo. Y eso me condena, porque yo no puedo evitar pensar en lo que vayas a sentir cuando decida irme.
Son muchos sentimientos encontrados, a veces me ahogo en ellos, a veces ni yo sé qué hacer. O mejor dicho, no sé que tan valiente soy; descubrirlo me aterra. Entonces pasan los días y seguís acá, pero yo sigo allá, lejos de vos. Sigo buscando la manera de terminar sin que el dolor me gane y mis ojos se llenen de agua.
Todavía busco la forma de no sentir que te perdí. Porque yo no perdí, me perdiste vos.