Ahora cuida el huerto
su último refugio donde alcanzar
la paz de la mañana
en calma el mar del tiempo
detenido sobre el verde de la parra
y el espejo azul de un nítido cielo.
Ahora que sabe del acercarse
de los cansinos y callados pasos
que la muerte trae en los zapatos,
mira en lo profundo
el humus del recuerdo casi clandestino
y un pensamiento amable
que imagina un destino cercano.
«No quiero ser una carga para nadie
ni serlo quiero tampoco para mí»,
enuncia testamentario y en voz alta
sobre su irrefutable fin.