Miras distante,
en blanco y negro,
en contrapicado,
saludas con ese afán conservador
y tan respetuoso.
Nos miramos y nos sabemos
suaves cómplices y nos cuidamos
en noches de ruiseñores mimos,
y luego te vas a tu plato.
Noble y confiada gata,
destellas un miedo cuando te veo
bajo ataques malabares,
y despiertas un rugido en mi
cuando tu carita dormida se acerca
entre sábanas de terciopelo.
En un estirar contra puertas, pides salir,
y en un arañazo a vidrios, entrar,
aunque te conviertas en cazadora
nunca te lograran sacar
de corazón manchado...