Las nubes tiznadas de hollín hacen parpadear a la mañana,
Los perros juegan con ladridos de domingo,
Y los bostezos de los amantes vencidos son, a la vez, credo y rutina.
El vértigo al vacío acorta su minifalda desde un sexto piso,
Un ascensor cargado de ortigas cae a plomo en el estómago,
Y toda almohada abrazada se convierte en salvavidas.
Hay un violín roto bajo una manta,
Y un cuaderno de caligrafía en la palma de la mano
Que escribe, sentencia, subraya:
-Y ahora qué. -
Unas letras que se cuelgan de la lámpara.
Comienza el día.