A una Miss
El mundo fue testigo de alguna maravilla
saliendo de una tierra bendita y tan sencilla,
con alma partisana muy llena de pasión:
ella hizo ver con gloria la mágica epopeya,
alzarse con el triunfo de regia y de plebeya;
azul y blanco vibra por toda la región.
¿Es Venus? —Se preguntan las piérides hermosas
y dicen las gorgonas: —un séquito de rosas
hacen brotar del alma con todo su fulgor.
Sus ojos luminosos son más que dos estrellas,
que brillan al contacto de musas y doncellas
como una intensa llama profunda en el amor.
El nombre de una patria con lagos y volcanes
es Sheynnis coronada, gritando sus mil planes
así, como dos mares que empiezan a danzar.
Ella es la Nicaragua, la gran nicaragüita,
que en tono de alabanza con dulce voz agita
el trono embellecido, palacio de su hogar.
Ya habían los poetas mostrado su estandarte
pero, jamás había reinado todo el arte
así, con una dama, sublime y especial.
Hoy todos celebramos con gozo las victorias
alzando la bandera de célebres memorias
¡Oh, Sheynnis, dulce reina, la antorcha nacional!
Samuel Dixon