Cada vez siento más la pérdida
de una noción sentida como auténtica
pero remitida a minúscula salida
tras el devenir de una nación rica
que maneja nuestros designios a golpe
de consumismo para nuestro derroche.
Si uniéramos nuestras manos
sentiríamos nuestros golpes
dados a ritmo de sudor pobre,
caído a consecuencia de un pagaré
que nos hicieron firmar sin mirar
nuestra condición de nobles.
Pero a conciencia incierta
podemos doblegar nuestra ciencia,
aquella heredada de los futuros
pobladores de un mundo sin flores,
pues es el cemento el líquido con
que se riega los cimientos del poder.
Y nuestra ciencia es la savia
de un nuevo despertar sin
rabia, de un vivir sin nostalgia,
de un querer con deber y un
poder de corazón, pues es la virtud
la que mueve nuestra magia.
La solidaridad puede motivar
incluso al más débil si lo
requiere, ya que lo más divino
no se esconde en lo imaginario,
sino en lo palpable tras la
plausible labor de un voluntario.
Polonius