Mi madre me confecciona ajuar
de muerta, mueve dedal
entre retazos y un ave rarísima
picotea en mi entraña.
No conozco a mi hija,
tampoco conocí a mi madre,
no sé cuánto vale un
manuscrito.
Pálida, recostada
en la cama.
La nube entra en
Templo de justicia,
ojo y lodo enganchados
a un bloque de carne
que empeora.
Contemplo la casa
que no es mi casa,
el bosque talado
que no es mi bosque.
Bajo aire dudoso,
lo imposible
estorba poco.
del poemario Nubiola,
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