La pinté aquella mañana
en el lienzo de mis sueños,
muy atento a su mirada
y a sus labios cual cerezos
que sonriendo regalaban
a mis labios tiernos besos.
Y sus ojos vino tintos
apacibles y muy tiernos
con mirada de Princesa
le brillaban, cual luceros
y al llegar la madrugada,
daban un color más bello.
Su sonrisa muy galante
me decía: ¡Yo te quiero!
Y en mi sueño la escuchaba
con susurros, con ensueño;
de esos sueños que se quedan,
como estampas en el tiempo.
¡Qué hermosura habita su alma
en su cara y en su cuerpo,
con listones que le caen
sobre el hombro, y es su pelo,
simulando que son rayos
que iluminan con destellos!
Agraciada muchachita
de los ojos halagüeños
déjame soñar bonito
y arrullado por tu pecho
como aquel recién nacido
que buscando va alimento.