La Biblia. Números 14:17-35
“El SEÑOR es lento para enojarse
y está lleno de amor inagotable
y perdona toda clase de pecado
y rebelión; pero no absuelve al culpable.
Él extiende los pecados de los padres
sobre sus hijos; toda la familia
se ve afectada, hasta los hijos
de la tercera y la cuarta generación”.
(Si los religiosos quieren mi respeto,
que antes dejen de ofender. C.B.H.)
Mi madre creía
en el Dios del cielo,
y guiaba un rebaño
a la vida eterna
de niños borregos.
Decía que al que nace
le afilian sin celo,
en una gran lista
en donde se apunta
todo lo que hacemos.
Y un día las personas
de su hacer responden,
y según han sido
Dios es quien les manda
donde corresponden.
Mi madre tenía
un Dios que intimidaba,
que a quien os escribe
lo dejó lisiado
antes de hacer nada.
Mi madre cumplió
penitencia entera
dijeron los curas
que por sus pecados
era mi cojera.
En aquellos días
sola en el dolor,
mi pequeña madre
le hablaba a una estatua,
decía que era Dios.
¡Qué tortura grande
debería sufrir,
que para seguir,
golpeaba su pecho
viéndome vivir!
Se murió olvidada
por su redentor,
ella le rezaba;
creyó que oyó algunos
pero a ella no.
Con llanto y esfuerzo
se esperanzó en Dios,
yo quedé lisiado,
y mi madre rezando
se lo agradeció.
Cuando preguntaba
¿por qué no creo en Dios?
yo le hacía mirarme
y sin dar respuesta
respondía yo.