En mis manos vacías se han quedado
las caricias que anide sobre su piel
y en mi boca su último beso dado
del que nunca recibí su gusto a miel.
En mi corazón el dolor amarrado
para morir lento de una manera cruel
y en mi alma el sentimiento no dado
que muere abrazado a su amor tan fiel.
Y avanzar en el tiempo moribundo
a cuestas con la soledad de mi mundo
que nunca me ha dejado de abrazar.
Y al paso de los días continuar muriendo
deshojando con llanto aquel recuerdo
del tiempo aquel cuando te podía amar.