Envuelta en una membrana
la inocencia se gesta
el llanto frente a lo ignoto
anuncia su existencia.
En el paso del raudo tiempo
la candidez se ausenta
y en el mundo de los vicios
la adolescencia se descarrila.
Con el sello de la adultez
la actitud proactiva
asume las consecuencias
al recorrer los turbios caminos.
La vejez ¡oh la vejez!, cansada
de la carga y de los tropiezos
convive con la resiliencia
hasta que se le agote su energía.
Cuando le llegue la parca
sus cenizas quedarán esparcidas
y su espíritu como águila
volará hacia nuevos confines.