Y la campiña
nos habla sin palabras,
con su figura.
Ese lenguaje
tan rico a la mirada
es suficiente.
Con él nos llena,
embriaga los sentidos
y alegra el alma.
Hablan las flores,
las plantas y cultivos
y hasta la aldea.
Árboles recios,
hayedos y robledos
de algunos bosques.
Casas aisladas,
cabañas y camberas
junto a las sendas.
Y las cigüeñas,
altivas y señeras
del campanario.
Todo es un cuadro,
belleza de colores
para los ojos.
Y ante esta imagen,
nosotros, los poetas,
solo soñamos.
Rafael Sánchez Ortega ©
23/11/23