Cuatro lucecitas bajaron de mi,
cómo gotas cristalinas anunciando algún fin.
Un respiro, (si es que así se puede definir)
entre tanto verano que ha de venir.
Cuatro sombras desgarrándose de la pared,
como el papel mural que ha de roer;
mi alma en llamas que ha de escurrir
cambiando los latidos en mi,
escribiendo una carta al infinito:
Querido tú, que eres tú, y yo mismo a la vez...
Cómo una caricia que no he de poseer,
cómo la brisa que he de nutrir...
Bajo un árbol.