Francisco M. Ortega

Golpes

 

 

 

El último verano perdí 
la uña del dedo corazón
tras un golpe certero.
Me puse hielo para aplacar el dolor
pero la uña con el tiempo
ennegrecida, terminó por caer
y, lentamente,
creció otra vez.

Ante los golpes que nos mutilan
criogenizar el corazón
y esperar que, otra nueva primavera,
nos rebrote con amor
aquello que murió.