Se desistió del miedo,
dejó atrás la muerte,
y desnuda y sin alas
beso pies, manos y frente.
Besó el alma y la vida,
besó carne y simiente,
besó la flor encendida
y las espinas ingentes
Besó con su boca roja,
el rojo vivo del presente,
hasta tocar con su lengua
las heridas de la mente.
Y la carne no fue su carne,
ni el cuerpo eminente.
Todo era fuego y cenizas,
todo era sangre caliente.