Cantan los ríos
al paso por la aldea,
ante sus piedras.
Los viejos cantos,
algunos centenarios,
están callados.
Y con sus piedras
se alzaron las viviendas
y las cabañas.
Mi bella aldea,
la casa en que mis ojos
vieron la luz.
Ante su puerta
la huerta pequeñita
y aquel jardín.
Detrás, el bosque,
de encinas y de hayedos
con algún roble.
Lugar inmenso
que guardo en la memoria
como recuerdo.
Venís conmigo,
jornadas de la infancia
que tanto añoro.
Y es poesía
el tiempo que he parado
de ese pasado.
Pues con su tiempo
los versos nacen solos
un día más.
Rafael Sánchez Ortega ©
24/11/23